Imperios galácticos IV by Brian W. Aldiss

Imperios galácticos IV by Brian W. Aldiss

autor:Brian W. Aldiss [Aldiss, Brian W.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Spanish, ciencia ficción
publicado: 2008-06-30T06:46:35+00:00


Irrumpió en una angosta antecámara. La puerta que había abierto con rapidez, se recostó suavemente sobre un pozo de noche. Tenía quince metros de alto esa puerta. Pasó volando a su lado como un antílope y entró en el almacén de la pirámide.

Su linterna hizo brillar los metales, los cristales, sustancias que él no podía identificar y que habían yacido precintadas un millón de años hasta que él había venido a despertar a las máquinas. No sabía lo que eran. Había dado energía a alguna de las unidades, las cuales habían ronroneado y brillado, pero no se había arriesgado a hacer un experimento. Su idea había sido la de poder equipar una unidad antigravedad que le permitiría levantar la masa entera hacia su nave. Una vez que estuviera en casa, los científicos se encargarían de ello. Pero ahora...

Mostró sus dientes en una sonrisa lobuna y encendió la gran lámpara que había instalado. Una blanca luz alumbró la tumba, haciendo brillar oscuramente los monstruosos bultos de cosas que no podría usar, la sabiduría y las técnicas de una raza que había dominado las estrellas y había movido planetas y durado cincuenta millones de años. Quizá podría hacer funcionar algo antes de que llegara el enemigo. Quizá podría barrerlos en un demoníaco escobazo —igual que un héroe de estereofilme, se mofó su mente— o quizá podría simplemente destruirlo todo, para alejarlo de las manos de los Janyards.

Tendría que haber estado preparado para esto. Tendría que haber activado una bomba, para hacer volar la pirámide entera hacia el infierno...

Con un esfuerzo, interrumpió la frenética carrera de su mente y miró a su alrededor. Había pinturas en la pared, oscurecidas por el tiempo, pero aún legibles, pictogramas, quizá hechos para quien encontrara el tesoro. Se veían los hombres de Nuevo Egipto, apenas distinguibles de los humanos: oscuros de piel y cabello, delgados de figura, altos y majestuosos y vestidos de luz viviente. El había prestado atención a una representación. Mostraba una serie de acciones, como una vieja tira de comics: un hombre con un objeto de cristal, colocándoselo sobre su cabeza, poniendo en funcionamiento un pequeño interruptor. Había estado tentado de intentarlo, pero, dioses, ¿qué es lo que sucedería?

Encontró el casco y se lo deslizó cautelosamente sobre su cráneo. Podía ser un tipo de última esperanza para él. La cosa era fría y suave y dura, se ubicó sobre su cráneo con una poderosa lentitud que era extrañamente... viva. Tembló y se volvió nuevamente hacia las máquinas.

Esta cosa con este largo tubo enrollado..., ¿un proyector de energía de algún tipo? ¿Cómo se podía activar? Fuego del Infierno, ¿cuál sería el morro?

Escuchó el débil golpeteo de pies, acercándose a través de los insondables pasadizos. Dioses, gruñó. No perdían el tiempo.

No habían necesitado... Un detector de metal habría localizado su nave, les habría dicho que estaba en la pirámide en lugar de en cualquiera de la docena de lugares desparramados por el valle. Y rastreadores de energía les habrían guiado hacia aquí.

Apagó la luz y se agachó en la oscuridad detrás de una de las máquinas.



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